
Se estima que la superficie forestal se ha recuperado a lo largo del último medio siglo. Pero el cambio climático podría echar por tierra esa buena racha. El aumento de la temperatura, la falta de agua y la aridez del suelo están afectando a la salud de los bosques, a veces sin remedio.

«Una ardilla podía cruzar Iberia de norte a sur de árbol en árbol, sin tocar el suelo«. Este dicho popular quizá es una exageración, pero sí es cierto que los bosques de la Península Ibérica están amenazados por diversas causas.
La Península Ibérica cuenta con unas condiciones naturales que deberían ser suficientes para garantizar que entre un 90 y un 95% del territorio estuviera cubierto de bosque. Pero la mano del hombre ha reducido ese porcentaje a poco más del 30%.
En general, los árboles están recuperando terreno en toda la península, incluso a un ritmo superior a la media europea. Pero pierden salud y biodiversidad, están más amenazados por los incendios y el cambio climático y son más susceptibles a las plagas. Unas amenazas que se retroalimentan entre sí y que ralentizan la recuperación forestal.
Los problemas de los bosques ibéricos
Uno de los principales males que atenazan a los bosques ibéricos es la desertificación, un fenómeno caracterizado por la degradación del terreno hasta convertirse en una zona árida, principalmente como consecuencia de factores climáticos o de la actividad humana.
Según un informe publicado en 2020 por la Agencia Española de Meteorología, en los últimos 60 años una superficie de unos 30.000 kilómetros cuadrados, (el equivalente a la superficie de Cataluña) ha pasado de ser catalogada como un área subhúmeda seca a semiárida, una consecuencia directa del calentamiento global que cada día se irá generalizando en nuestros bosques.
Terrenos más áridos y degradados
Pero la desertificación no es el único problema. Existe otro factor, específicamente ibérico, que tiene que ver directamente con el uso que se ha hecho del territorio. Se trata de la degradación irreversible del suelo, un fenómeno que afecta, según un estudio publicado por el CSIC hace unos años a entre un 20 y un 34% del territorio ibérico.
En estas zonas es materialmente imposible una regeneración forestal espontánea, y una regeneración asistida por el hombre es demasiado costosa. En otras palabras, son terrenos echados a perder donde la recuperación forestal es matemáticamente imposible.
Las amenazas de los bosques: cambio climático, plagas e incendios forestales.
Si hablamos de reforestación en Iberia, hay margen de crecimiento, pues no debemos olvidar que el terreno admite muchos más bosques de los que hay en la actualidad. En este sentido, desde Reforesta apuntan que la superficie forestal ha crecido cerca de un 50% desde la década de 1970.
Sin embargo, existen grandes factores que ralentizan o directamente amenazan la recuperación forestal: el cambio climático, las plagas y los incendios forestales, tres fenómenos que se retroalimentan entre sí.
Como consecuencia del cambio climático, los bosques son más vulnerables a las plagas, lo que provoca que a su vez haya cada vez más materia seca, algo que incrementa el riesgo de incendios forestales, que emiten más CO2 a la atmósfera. La pérdida de biodiversidad es un caldo de cultivo perfecto para las plagas.

El porcentaje de la superficie arbolada de la Península Ibérica es uno de los más elevados de la Unión Europea, pero la pérdida de biodiversidad y de salud son una amenaza perenne.
Una de esas plagas es la responsable de la ‘seca’ o ‘decaimiento’, una enfermedad que está causando estragos en los bosques de encinas y alcornoques de las dehesas y los montes de la mitad sur peninsular.
La provocan unos hongos microscópicos del género Phytophthora que actúan sobre las raíces de las plantas, lo que impide que absorban los nutrientes del suelo.
Se trata de un problema muy extendido en las zonas forestales del sudoeste de la Península Ibérica, especialmente en las comunidades autónomas de Andalucía y Extremadura. Y no es un problema menor, pues afecta principalmente a la producción de bellota, un alimento indispensable para la cría de cerdo ibérico, una actividad económica de gran valor añadido.
A más calor, más probabilidad tiene un terreno de sufrir un episodio de seca. Y a menos precipitaciones, mayor incidencia de otro de los males endémicos de los bosques españoles: la defoliación. La pérdida masiva de hojas, provocada principalmente por la falta de agua, es un problema generalizado en todo el territorio ibérico, hasta el punto que afecta al 24% de los árboles del país, según datos de la Red Europea de Seguimiento de Daños de los Bosques.
Dehesas mermadas
La seca o decaimiento es la causa principal de la muerte de encinas y alcornoques de las dehesas y montes de la mitad sur peninsular. La enfermedad, provocada por un hongo, afecta a centenares de miles de árboles de las comunidades de Andalucía y Extremadura.

El futuro de los bosques en la Península Ibérica
Con estas perspectivas, ¿qué futuro le espera a los bosques ibéricos? Dependerá en gran medida de hasta qué punto seamos capaces de atajar las principales amenazas provocadas por el cambio climático.
El porcentaje de superficie arbolada de España es uno de los más elevados de la Unión Europea, pero la falta de biodiversidad y de salud son una amenaza perenne.
Allá donde las circunstancias lo permiten, se produce una recuperación del bosque, incluso en aquellas zonas más afectadas por la desertificación, sin embargo, el cambio climático podría frenar considerablemente esa recuperación, especialmente en aquellas zonas repobladas más recientemente, en las que es posible que los plantones no soporten la pérdida de agua y la degradación del suelo.
Cuando hablamos de recuperación del bosque, igual que sucede en muchos otros aspectos de la vida, no solo es importante la cantidad, sino también la calidad.
Ante la falta de recursos profesionales en restauración de ecosistemas se alzan movimientos ciudadanos cuya finalidad es mejorar nuestro medio ambiente.
Propuestas o proclamas para forestar como La Gran Bellotada Ibérica, un reto colectivo que pretende sembrar 25 millones de árboles en la península ibérica. Robles, encinas, alcornoques y otras especies de árboles ibéricos que están perfectamente adaptados a las duras condiciones de los veranos mediterráneos.
En el proyecto colaboran distintos ayuntamientos, organizaciones y asociaciones, como la Sociedad Iberista, que está manteniendo encuentros con distintos ayuntamientos para que éstos cedan terrenos donde poder plantar árboles con el dinero recaudado de las aportaciones ciudadanas a través del crowdfunding Reforestar Iberia.