
Hace días, leyendo alguna cosa sobre la relación de Portugal y España, sobre las ventajas de la unión de ambos países, sobre la cooperación explícita que se ha dado en tiempos de democracia, me surgió la pregunta por la identidad iberista. Vivir en Vizcaya me ha dado grandes amistades con nacionalistas, y veo cómo el nacionalismo y su construcción sociohistórica más o menos exagerada, constituye una fuente muy grande de identidad, pero no se trata solo de eso. Cuando un nacionalista se define como nacionalista hay una carga identitaria muy fuerte en su afirmación, pero si yo digo que soy iberista ¿puedo hablar de identidad iberista? ¿Querer la unión de Portugal y España puede generar identidad de la misma forma que la ha generado en el nacionalismo en sus búsquedas? En primer lugar, quisiera alejar de mí ese iberismo que quiere unir Portugal y España como un cierto mesianismo en busca de recuperar viejos imperios. En cambio, sí veo un iberismo del siglo XXI en clave de cooperación, de intercambio, de políticas comunes en vista de formar una entidad fuerte en Europa, y con el horizonte de la unión política, es decir, una cultura y una identidad ibérica frente a otras «Europas». Demos otra vuelta. La identidad nacionalista se basa en varios aspectos. Tengo mis dudas sobre si la identidad nacionalista se basa únicamente en la pertenencia a un grupo y a la idea que sostiene dicho grupo. Es cierto que alrededor de líderes o grupos muy cohesionados siembre se han dado anexiones inquebrantables, de forma que dicha idea ya no abandona las mentes que las habitan. Así hay demasiados que no dan su brazo a torcer en el diálogo político. Se habla de identidad como disposición a definirse de una determinada manera. Es, como se concreta en los libros, un sentimiento de pertenencia a una colectividad o nación construida sobre un conjunto de aspectos relacionados con la cultura, la lengua, la literatura, la religión o las tradiciones. Defender la identidad mediante el recurso a la historia, como dice un amigo mío –nacionalista vasco–, no merece la pena. «El nacionalismo se entiende a futuro, y el pasado sirve solo, sin obsesiones, para buscar un punto de partida». ¿Hay entonces, para el iberista, unas bases –sin recurrir al historicismo– en las que construir su identidad iberista? Pensemos entonces en la conexión de la península ibérica en torno a una lengua, una cultura, una literatura, un carácter, también una religión, que al fin y al cabo es una forma de cultura, y también una historia. Es cierto que una historia compartida nos hace iguales, pero sobre todo me interesa la cultura común, el carácter, la necesidad de sacar el portugués de la estantería de literatura extranjera, y como dice mi amigo nacionalista, la importancia de mirar al futuro. Sí, soy iberista porque me reconozco y me defino política, cultural y espiritualmente compatriota de un portugués, no tanto porque hayamos tenido una historia común, sino porque tenemos un futuro común.