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¿Por qué se separaron Portugal y España?

28 de junio de 2025
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Portugal y España separaron sus caminos en 1640 fue el resultado de un deterioro progresivo de una unión que como nexo común sólo tenía al Rey.

Tras la crisis sucesoria portuguesa de 1578-1580, provocada por la muerte del joven rey Sebastián y la posterior falta de herederos directos, Felipe II de España reivindicó sus derechos al trono como nieto de Manuel I de Portugal.

Lo logró mediante una combinación de presión militar (la entrada en Lisboa con el duque de Alba) y promesas políticas. Así nació la Unión Ibérica, una unión puramente dinástica: Felipe fue proclamado rey de Portugal, pero el reino conservaría su independencia administrativa, jurídica, monetaria y militar.

Felipe II reclamó su derecho al trono por ser nieto de Manuel I de Portugal

La Monarquía Hispánica encontró su cenit con Felipe III, sin embargo, su prematura muerte, junto con la destitución del Duque de Lerma por sus escandalosos casos de corrupción, empezaron a minar la estructura imperial.

Llegaba el momento del Conde-Duque de Olivares, cuyos primeros años fueron relativamente buenos. Fue en este momento cuando la colaboración ibérica llevó a la victoriosa expedición de rescate de San Salvador de Bahía.

Pero la Guerra de los 30 años estaba siendo realmente costosa para el Imperio, que no pudo retener territorios portugueses en Ghana, Cabo de Buena Esperanza o Celián (Sri Lanka), en su lucha contra los neerlandeses.

João IV, junto con los nobles portugueses fueron quienes separaron Portugal y España.
► Aclamação de D. João IV (1823) José da Cunha Taborda (Palácio Nacional da Ajuda)

Sin embargo, hacia 1628 se produce un punto de inflexión en Mantua. La localidad italiana era clave para el Imperio que quería mantener ese «camino español» europeo que conectaba el sur con el norte. 

La muerte de su duque de Mantua, movió las fichas de ajedrez y Francia consiguió dar jaque al Imperio español en Casale. Este hecho fue el primer gran fracaso de Olivares que puso las orejas largas al resto de enemigos. 

España necesitaba más dinero. Fue en este momento de Mantua cuando el Conde-Duque Olivares publica un auténtico programa político conocido como Gran Memorial.

En este programa político no solo se pedía a Portugal que contribuyese en la defensa del Imperio con soldados, sino que además que pusiera más dinero. Por si fuera poco, se aprobó el decreto del contrabando, que pretendía debilitar el comercio holandés y que indirectamente afectó a los portugueses por la aplicación de embargos de puertos que usaban los portugueses. A esto se sumaba la injerencia intolerable de oficiales castellanos en el control de este decreto. 

Como todo esto no era suficiente, se puso un impuesto adicional a la exportación de sal. En general fue toda una innovación fiscal que perjudicó seriamente al comercio portugués y enfadó a muchos, especialmente a quienes no estaban dispuestos a pagar más impuestos.

El memorial del Conde-Duque de Olivares significaba en la práctica la desaparición de la tradicional monarquía compuesta.

Durante toda la década de los años 30 fue fraguándose un sentimiento antiaustracista que llevó al Imperio a una de sus mayores crisis históricas.

El Conde-Duque de Olivares vio que la situación era insostenible y decidió tomar cartas en el asunto. Sin embargo, cada una de sus decisiones era aún más mala que la anterior. El valido de Felipe IV se negó en todo momento a convocar Cortes en Portugal. Quería evitar cualquier pretexto para paralizar su política centralizadora. 

Decidió recuperar la tradición de un virreinato de sangre. Puso al frente del mismo a Margarita de Mantua. La pobre mujer, aún a pesar de ser descendiente de Manuel I de Portugal, no tenía ni idea del reino luso. La trajeron porque era idónea para no molestar y estar bien callada con las reformas del Conde-Duque.  Y para colmo de males, los asesores que le ponen, ¡son castellanos!

Los nobles portugueses, quienes disfrutaban de enormes privilegios, fueron quienes realmente separaron Portugal y España, con la única intención de seguir siendo más y más ricos

Así es como llegamos a diciembre de 1640, una revuelta organizada por la nobleza portuguesa depuso al virrey y proclamó rey a Juan IV de Braganza.

Así, la ruptura fue por la vía de las armas. Aunque comprensible por la creciente presión castellana, también puede criticarse que Portugal renunciara a resolver sus agravios mediante vías diplomáticas, optando por la secesión y el conflicto.

Del lado español, el incumplimiento progresivo de las promesas fundacionales hechas por Felipe II —si no de iure, sí de facto— deterioró una unión que, con una visión más equitativa y verdaderamente ibérica, podría haber tenido continuidad. Fue un fracaso compartido. Se separaron por desidia.

¿Tuvo el Conde-Duque de Olivares toda la culpa?

El Conde-Duque de Olivares fue sin duda una figura clave en la descomposición de la Unión Ibérica. Su política centralizadora, plasmada en proyectos como la “Unión de Armas”, pretendía que todos los territorios de la Monarquía contribuyeran en hombres y recursos a la defensa del Imperio.

Aunque estratégicamente coherente para la construcción de las monarquías absolutas que veremos con Luis XIV, Pedro I de Rusia o nuestro Felipe V, esta idea chocaba con la tradición política del Imperio Hispánico, organizado como una monarquía compuesta en la que cada reino conservaba su autonomía.

Este modelo, en la práctica, funcionaba como una forma temprana de protofederalismo, incompatible con los intentos de recentralización impulsados por Olivares.

► Retrato del Conde-Duque de Olivares. Autor: Diego de Velázquez. Museo del Prado.

Sin embargo, sería injusto atribuirle toda la culpa. Olivares operaba en un contexto de profunda crisis fiscal y militar del Imperio, y sus medidas eran respuestas desesperadas a una situación límite.

Sin duda alguna, la carga fiscal pretendida fue el mejor caldo de cultivo para la gran separación ibérica, donde nadie quería perder sus privilegios.

Por otro lado, la nobleza portuguesa tuvo un papel muy importante, pues creyeron que con un rey portugués su imperio retornaría a tiempos de Manuel I o João III. Algo que no sucedió y donde la independencia sólo sirvió para su paulatino y progresivo empobrecimiento.

En resumen, Olivares aceleró la ruptura con su rigidez y su falta de sensibilidad ibérica, pero se separaron porque la descomposición de la Unión era un proceso estructural.

La separación fue el resultado de errores acumulados, desconfianzas mutuas y la incapacidad de imaginar una Iberia verdaderamente compartida.

Fuentes:

La restauração portuguesa de 1640. Jean- Fréderic Schaub.

Wikipedia