Si hablamos de la historia de Portugal, tenemos que hacerlo de la Era de los Descubrimientos, cuyos inicios estuvieron dirigidos por el conocido como Enrique el Navegante. Pero, ¿Quién era este señor?
Enrique era infante, el quinto hijo del primer rey portugués de la dinastía de Avis, João I, que vinieron a sustituir a la Casa de Borgoña después de la muerte de Fernando I de Portugal. Esto sucede después de la famosa batalla de Aljubarrota, de la que hemos hecho un especial el copón de bueno.
Su madre fue Felipa de Lancaster, hija de Juan de Gante que, aunque no te lo creas, fue pretendiente al trono castellano durante las guerras Fernandinas, después del asesinato de Pedro I «El Cruel». Como al final no se comió una rosca (sobre todo después de en vez de ayudar a los portugueses conquistarles), se conformó con colocar a su hija con el ganador de la guerra civil que enfrentó a Castilla y Portugal. Y es que no hay nada como cambiar de dinastía, para hacer tabula rasa.
Enrique el Navegante nunca fue conocido con ese apellido en su tiempo, siendo un invento del Romanticismo.
El Infante Enrique crece en la Corte de un rey culto, tanto que el propio Camões llamó a los Avis «Ínclita geração« o «Generación Ilustre». Vamos, una dinastía Antonina con todas las letras.
Con 21 años, y ya finalizada la Reconquista en la zona portuguesa por parte del rey Dinis, al joven Enrique, se le ocurre que Ceuta sería un buen sitio para conquistar y ganar prestigio como caballero. Así que en 1415, en un pispás se hacen con la plaza de Ceuta, sin apenas bajas militares (sólo 8 portugueses fallecidos), comenzando así la gran aventura de los descubrimientos portugueses en África.
El Preste Juan y el cabo Bojador
Después de intentar reconquistar Gibraltar y socorrer la nueva joya de Ceuta, Enrique el Navegante fija su residencia en el Algarve, concretamente en Lagos.
Desde allí es donde empieza a jugar en Primera División. En 1418, dos de sus escuderos rondan la isla de Madeira, que eran ricas en cereal. Y tras una epidemia de peste bubónica, era más que escasa. En 1427, otro patrocinado del Navegante, Diogo Silves, descubre las Islas Azores (que estaban deshabitadas)
Y finalmente, gracias a Gil Eanes, atraviesan en 1434 el Cabo Bojador (que está a la altura de la república del Sáhara Occidental). Un hito con el que consiguen llegar a Cabo Verde en 1444.
Para que os hagáis a la idea de la importancia de este hito, consiguieron dejar de llamar a este punto «El Cabo del Miedo», porque el sistema de cabotaje, que impedía alejarse de la costa, junto con la poca profundidad y los vientos de la zona, hacían encallar a todos los barcos que por allí pasaban.
Gil Eanes consiguió atravesarlo alejándose un poquito de la orilla, además descubrió los vientos aliseos, que son como la autovía del mar y vas a todo trapo por ahí.
Esto permitió traer oro de las zonas del río Senegal y una ingente cantidad de esclavos. Para 1460, año se su muerte, los portugueses habían llegado a Sierra Leona. Pero, en todo este tiempo, ni una sola noticia del Preste Juan.
El Preste Juan fue un misterioso rey-monje, pilar fundamental de la cristiandad en la Edad Media. A su reino se le atribuyen varias localiaciones que están borrosas por la leyenda que hay sobre ese rey.
Uno de los principales impulsos del Infante Enrique el Navegante, para financiar todas estas expediciones, fue la de localizar al misterioso Preste Juan.
Y es que este rey de Oriente, decían que gobernaba sobre Etiopía y era descendiente del rey Baltasar, el de los Reyes Magos…
Un rey hecho mito, cuya leyenda surge en Oriente, tras la toma de Edesa (Actual Turquía) por parte delos musulmanes. Las historias hablaban un rey cristiano, de más allá de Persia, que había derrotado a los musulmanes, en clara expansión.
Su fama de buen cristiano, justo y sobre todo rico, alimentaron las mentes de las gentes en la Edad Media, de donde Enrique se nutrió de la leyenda para intentar localizar ese reino perdido.
Enrique ¿El Navegante?
El último apartado que te dejamos en la Sociedad Iberista sobre nuestro protagonista, el Infante Enrique, es su apelativo de «El Navegante».
Pero, lo cierto es que NUNCA fue denominado en su época como el Navegante. De hecho, fue utilizado por primera vez en el siglo XIX por el historiador alemán Heinrich Schaefer en 1840.
Un apelativo que fue consolidado por el británico Richard Henry Major en su obra «Life of Prince Henry of Portugal, surnamed the Navigator, and its results: comprising the discovery, within one century, of half the world» (publicada en 1868).
Un mecenas que permitió la expansión portuguesa por África. Que no tuvo ninguna escuela en Sagres. Que contribuyó al desarrollo de la carabela y que, sobre todo, impulsó una cátedra de astrología en la Universidad de Coimbra.
No olvides visitar nuestro programa especial en la Escóbula de la Brújula, donde se amplia más información de este navegante sin barco.