Fray Juan Ramírez de Arellano, el obispo de los indios es un gran desconocido de la historia de España. No descubrió América, ni conquistó México ni dio la vuelta al mundo, pero sin duda es una persona que merece nuestro respeto y un pequeño espacio en este entramado de historias que arrojan un poquito más de luz, al oscuro relato de la Leyenda Negra.
Infancia
Este riojano, nacido en Murillo del Río Leza, creció y vivió en tiempos de Carlos V, Felipe II y un poquito de Felipe III.
Fue en 1527, el mismo año en el que los soldados imperiales saquearán Roma, para cobrarse los impagos del nieto de los Reyes Católicos.
No tenía veintiséis años, cuando unas excelentes cualidades le llevan desde Santa María de Valcuerna, donde se había ordenado como sacerdote, hasta el Convento de San Esteban en Salamanca, uno de los centros más «top» de la península ibérica donde saber y reflexionar.
En este tiempo, no sólo le da tiempo para estudiar Artes y Teología, sino que llega a conocer a Fray Bartolomé de las Casas.
Su firme oposición a los excesos de las encomiendas, le valió el título de "obispo de los indios"
Viaje a América
Entre este y otros contactos, Fray Juan Ramírez de Arellano decide embarcarse rumbo a América, echando el ancla en México, concretamente en Oaxaca, dónde no sólo evangelizó, sino que aprendió el idioma local en menos de tres meses, para posteriormente denunciar las duras condiciones de trabajo de los autóctonos de la zona.
No gustaba esa preocupación a los más altos dignatarios, así que «ascendió» y hacia 1575, fray Juan fue destinado al Convento de Santo Domingo de la ciudad de México, donde le hicieron ser profesor de novicios, calificador del Santo Oficio y profesor de Universidad.
Pero nuestro olvidado amigo era más terco que una mula, y no dejó denunciar a los españoles que forzaban al trabajo sin remuneración a los nativos y pidió la abolición de la encomienda a las autoridades virreinales.
A tal punto llegó su testarudez, que sin ningún tipo de apoyo decide viajar a España, para presentar sus denuncias directamente al Rey.
Por aquel entonces, Felipe II estaba ya en las últimas y, la burocracia Real, no ayudó nada, así que la preocupación del Prudente, de nada sirvió, porque todo se paralizó.
Obispo de Guatemala
Fray Juan Ramírez de Arellano, el obispo de los indios empezó a molestar un poco, así que le enviaron a Guatemala, allá por el 1600, un sitio lo bastante lejano como para que se callase un rato. Ya tenía el hombre setenta y un años cuando llegó a Guatemala.
Pero ni la edad, ni su nuevo cargo le impidieron iniciar un periplo de visitas pastorales para conocer la situación de su obispado.
Como no le gustaba lo que veía, escribió numerosas cartas y memoriales al Consejo de Indias, al Rey y al Papa, solicitando cambios legislativos o la aplicación de las leyes ya existentes para acabar con la encomienda, el servicio personal y las malas condiciones de trabajo de los nativos. Por esta causa se enfrentó a las diversas autoridades virreinales de Guatemala.
Últimos años y muerte
Los últimos años de su vida quedaron marcados por una empecinada disputa con el deán de la Catedral de Guatemala y comisario del Santo Oficio, el criollo Felipe Ruiz del Corral, a causa de la jurisdicción de cada uno.
Fray Juan Ramírez de Arellano, el obispo de los indios murió en San Salvador, realizando su último viaje pastoral, el 24 de marzo de 1609.